lunes, 25 de enero de 2010

25/01/2010

Víctor Balcells MatasLA PARTIDA

Lo dijo acurrucado en una esquinita, tan liviano y silencioso, pero hablando con fuerza y poder, con un vaso de agua en la mano: Me marcho de casa. Su padre, ojeante de periódicos y su madre con la boca abierta, se cotejaron. ¡No es posible!, gritó madre, dejando a merced del viento el grito. Mirad, ya tengo la maleta, dijo él, descurrucándose, mostrando un maletín con cepillo de dientes. Adiós, muy buenas. ¡Y dónde vas!, dijo padre, tomando el cuchillo, aplicándolo a la tostada. A vivir con mi novia, dijo él. ¿Pero qué novia?, dijo madre, interrogante, no tan corrupta como el tinte de su pelo. La de siempre, dijo él. ¿Cuál de siempre?, dijo padre. ¡La que he traído cada día a casa!, gritó él. ¡No has traído nunca nadie a casa!, gritaron padre y madre. ¡Cada día!, gritó hijo. ¡Nunca la hemos visto! ¡Siempre la habéis visto! ¡No nos la has presentado! ¡En cada sobremesa habéis hablado con ella! ¡No! ¡Sí! Surgía un nopodermiento, el aire se estancaba, las cosas parecían más solas y tristes. Y no sé si fue él quién lloró por su esquizofrenia o si fueron ellos, al final, quienes temblaron por la posibilidad de los fantasmas.

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