lunes, 15 de febrero de 2010

15/02/2010

Víctor Balcells MatasPERDÓN

K cerró la puerta sin consideración. En la calle: frío, como un cepillo de dientes en la boca, ausencia de tuberías, intuición de ruido en los cristales. K salió del portal, no sol, no viento, deseos vagos de ser piel roja. Y en el pasado: caballos y campos, algún bosque, pero no la ciudad. No la pescadera, no la intermitencia resignada de los semáforos. K entró en la cabina telefónica. Anuncios pornográficos, graffiti deforme en los cristales; las monedas cayeron. Atragantamiento. K marcó un número. Esperó: pájaros, crujidos, la circulación extraña, hacia abajo, de las alcantarillas: saltó el contestador automático. “Te llamaba porque me acuerdo mucho de ti. Quería que lo supieras”, dijo. Colgar. No drama, no peatones atropellados. Simples movimientos de escoba. El secador vibrando en la peluquería. No serás más guapo por cortarte el pelo. No. K regresó a casa. Subir las escaleras sin instrucciones, el corazón equivocándose en su bombeo, labios secos: no saludo hacia el vecino ruidoso. Entró en casa. Desorden pero no catástrofe. En el aire zumbido de deseo de perdón, pero no ahorcamiento. Aún. Nuevo mensaje en el contestador. K pulsó con su dedo: “Te llamaba porque me acuerdo mucho de ti. Quería que lo supieras”. Gracias, pensó –fuego-: necesitaba saberlo.

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